Los cambios producidos en el ARN de ciertos tejidos en los recién fallecidos pueden ser un marcador crítico para determinar el Intervalo Post Mortem (IPM), según un artículo publicado por un equipo español y portugués en la revista Nature Communications.
El intervalo post mortem (IPM) o data de muerte, es una incógnita forense de gran importancia en las investigaciones de homicidios o hallazgos de cadáver. El crecimiento de insectos o bacterias , la química y el color de la sangre que ha dejado de fluir, incluso la composición del olor de la muerte en sí misma, se han utilizado para descubrir el momento de la muerte.
Los cambios provocados en el ARN de ciertos tejidos en los recién fallecidos pueden ser un marcador crítico para determinar el IPM, según el último artículo publicado por un equipo español y portugués en la revista Nature Communications.
Al comparar el transcriptoma de ARN tanto antes como después de la muerte, y en docenas de tejidos corporales diferentes, se han identificado marcadores que muestran cambios predecibles y consistentes a nivel de las moléculas.
“Nuestros análisis sugieren que los patrones de expresión génica cambian con el tiempo después de la muerte de una manera específica de tejido y, por lo tanto, podrían usarse colectivamente para predecir el IPM para un individuo en particular”, escriben. “Al comparar muestras de sangre ante y post mortem, identificamos la cascada de eventos transcripcionales desencadenados por la muerte del organismo”.
Las muestras provenían de Genotype-Tissue Expression Project (GTEx), un proyecto lanzado por los Institutos Nacionales de Salud en 2010.
Los datos incluyeron 7,105 muestras de 540 donantes, que se tomaron de 36 tipos de tejidos.
Los datos de GTEx les permitieron trazar los cambios químicos en cada uno de los tejidos para cada uno de los donantes.
Finalmente, dividieron los datos para fines de aprendizaje automático (Machine-Learning). El setenta y cinco se utilizó para aprendizaje automatico, y el 25 por ciento restante de las muestras se usaron para probar su precisión predictiva.
Descubrieron que era capaz de reducir el IPM a rangos estadísticamente significativos.
“Basándonos en la respuesta específica del tejido del transcriptoma al IPM, construimos modelos de aprendizaje automático para predecir el momento de la muerte de una persona recientemente fallecida”, escriben. “Mostramos que la secuenciación del ARN realizado en algunos tejidos clave podría convertirse en una herramienta poderosa para ayudar en la patología forense”.
Uno de los cambios clave en 13 tejidos fue el RNASE2, de la familia de las ribonucleasas, que muestra una disminución constante de la expresión. Otros marcadores incluyeron dos genes de la globina alfa (HBA1 y HBA2), que están involucrados en el transporte de oxígeno desde los pulmones a otros tejidos, y también varios genes de histonas, que mostraron una expresión aumentada en la muerte.
Las pistas biológicas forenses podrían incluso extenderse más allá del IPM, agregan.
“Podría llevar la huella no solo del tiempo transcurrido desde la muerte, sino también de la causa de la muerte, a pesar de que no pudimos realizar correctamente estos análisis debido a los pequeños tamaños de muestra disponibles”, escriben.
Pedro G. Ferreira, autor principal, ex alumno del Centro de Regulación Genómica en Barcelona y actualmente en la Universidad de Porto en Portugal, dijo que los resultados son prometedores para las ciencias forenses.
“Encontramos que muchos genes cambian de expresión en intervalos post mortem relativamente cortos, de una manera principalmente específica del tejido”, dijo Ferreira en un comunicado. “Esta información nos ayuda a comprender mejor la variación y también nos permite identificar los eventos transcripcionales desencadenados por la muerte en un organismo”.
Los cambios genéticos han sido el foco de estudios previos del IPM. Por ejemplo, un artículo de 2015 en la revista Frontiers in Genetics analizó los cambios de metilación del ADN en cráneos de cerdo mantenidos en entornos de laboratorio estrictamente controlados. Otro en un número de 2013 de Forensic Science International investigó en la pulpa dental para encontrar la degradación del ARN y los correspondientes cambios morfológicos.
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