Cualquier profesión, disciplina, arte u oficio puede potencialmente ser invitada a la arena judicial. A medida que la actividad criminal y la creatividad crecen, y la sociedad se vuelve cada vez más litigiosa, no es inusual que los tribunales llamen a expertos en la más esotérica de las búsquedas para proporcionar testimonio. Reconociendo la diversidad de experticias que pueden aportar a la resolución de asuntos legales, el término se enfoca a la aplicación de la ciencia a la resolución de delitos. [1]
La palabra forense se refiere estrictamente al arte del debate. Aunque el origen de la palabra es obvio (Su raíz latina es Foro que refiere al espacio público en la antigua Roma donde se encontraba el senado y se resolvían asuntos legales).
El adjetivo Forense simplemente designa la conexión con, o el uso en, discusiones públicas y debates, o más específicamente los Tribunales de Justicia.
El uso del término forense como adjetivo se ha convertido apropiadamente común para prácticamente cualquier actividad que pueda ser invitada a un Tribunal de Justicia: arte forense, contabilidad forense, análisis forense de nudos, etc. Pero ¿Estas actividades caen en la categoría de ciencias forenses?
Parece que la parte científica de las ciencias forenses es la que instiga tanta consternación. ¿A qué se debe esto? Tal vez una respuesta parcial puede encontrarse en la percepción de las sociedades modernas sobre la ciencia.
La persona común cree que la ciencia ofrece hechos duros, conclusiones definitivas y objetividad sin compromisos. Por lo tanto cualquier disciplina denominada ciencia obtiene cierta legitimidad y credibilidad en la perspectiva de la sociedad.
Al contrario, otras profesiones (algunas de las cuales, interesantemente, denominadas “ciencias suaves” por los académicos) perciben que ellas mismas pueden perder credibilidad y valor si son de alguna manera excluidas de su designación como ciencia. Esta visión desafortunada solamente detrae las únicas y útiles contribuciones que los expertos en diversos campos pueden ofrecer a la investigación de un delito.[2]
El término “ciencias forenses” engloba a una amplia gama de disciplinas, cada una con sus prácticas distintivas. Las disciplinas de las ciencias forenses exhiben una amplia variabilidad de técnicas, metodologías, confiabilidades, niveles de error, estudios, publicaciones y aceptabilidad general.
Algunas de las disciplinas tienen su base en el laboratorio (Ej. Genética Forense y Toxicología). Otras se basan en la interpretación de patrones observados (Ej. Dactiloscopía, Documentología y Huellografía). Algunas actividades requieren las habilidades y expertise analítica de científicos (Ej. Químicos o Biólogos). Otras actividades son conducidas tanto por científicos como policías (Ej. investigadores criminalísticas, especialistas en reconstrucción de escenas de crimen) y médicos (Ej. Patología Forense).
Muchos de los procesos empleados en ciencias forenses, son en gran medida aplicaciones empíricas de ciencias, esto es, que no están basados en un cuerpo de conocimientos que reconocen las limitaciones subyacentes de los principios científicos y metodologías empleadas para resolver problemas y hacer descubrimientos. Por este motivo es importante enfocarse en maneras de mejorar, sistematizar y monitorear las actividades y prácticas en las ciencias forenses y áreas relacionadas de investigación.